miércoles, 7 de noviembre de 2012 1 comentarios

El comienzo.





Septiembre llegó acompañado del frío otoñal que aun existía en los años 90. Era el 15 de septiembre de 1994, el primer día de clase para miles de niños, el primer día del primer curso que Ana viviría.
Ya conocía su escuela, su hermana había acudido antes que ella y la pequeña siempre acompañaba a su madre a recogerla, pero esta vez sería diferente, esta vez no se quedaría en la puerta mientras veía como su hermana se alejaba hacia las aulas con sus compañeros. No, esta vez sería ella quien cruzase el recreo hasta las aulas para encontrarse allí con quienes serían sus amigos durante los próximos catorce años. O al menos eso esperaba.

De la mano de su madre caminó el trecho de calle que separaba su casa de la escuela y una vez allí esperó en silencio a que la puerta de entrada se abriera. Estaba nerviosa. Nunca había tenido más amigos que aquellos que eran amigos de su hermana y no estaba segura de saber lo que tenía que hacer o como tenía que comportarse. ¿Qué se le dice a otra persona para que sea amiga tuya? No sabía si había alguna regla sobre ello, un manual a seguir, pero lo hubiese o no ella no lo había visto nunca.
Con miedo tiró de la manga de la chaqueta de su madre, que se agachó hasta quedar a la altura de la pequeña.

-¿Qué pasa si no hago amigos?
-Harás amigos, no te preocupes.

Y solo eso hizo falta para calmarle, a fin de cuentas cuando tienes tres años las palabras de aliento de tu madre tiene más fuerza que cualquier otra cosa en el mundo. Más tranquila se giró hacia la puerta que una de las profesoras acababa de abrir. Había llegado la hora.
Ana entró en el patio acompañada de su madre y se volvió hacia ella en silencio.

-Hazle caso a la profesora ¿vale? Y portate bien.
-Sí.
-Luego vendré a por ti para que vayamos a por la hermana, ¿vale?
-Vale.
-Te quiero.

Un beso, un "y yo" y la pequeña corrió hasta el aula de tres años.
La estancia era amplia, con grandes ventanales y una pizarra en cada extremo de la sala. La niña examino cada rincón, si hubiera sabido contar habría contado cuantas mesas había en total y cuantas sillas se situaban a su alrededor pero no estaba muy segura de saberse el orden correcto de los números y lo único que hizo fue avanzar hasta una de las mesas que había cerca de la pizarra, en la zona de la ventana, y sentarse en una silla de color rojo. No había nadie más en esa mesa y comenzó a ponerse algo nerviosa. Nadie se sentaba allí, se iba a quedar sola y no haría amigos. ¿Qué le iba a decir a su madre?
Con un nudo en la garganta y las lágrimas acudiendo a sus ojos volvió la vista hacia la mesa y apoyó las manos en ella, acariciando lentamente la lisa superficie de esta.

-Hola.

Ana alzó la vista con rapidez al escuchar la voz de otro niño a escasa distancia y sus ojos se encontraron con unos ojos castaños que le miraban fijamente.

-Hola.

Una sonrisa y las mejillas de la chica se sonrojaron ligeramente mientras el chico dejaba su mochila en el suelo y se sentaba en la silla azul que había a su lado. Ya no estaba sola.

-¿Cómo te llamas?
-Ana, ¿y tú?
-Marcos.

Marcos, repitió mentalmente. Marcos era un nombre bonito en su opinión, a Ana le habría gustado tener un nombre bonito como ese pero no lo dijo, solo sonrió y se giró a saludar a los otros alumnos que se iban acercando a la mesa.
Cuando todos los pequeños estuvieron sentados Ana miró su mesa con satisfacción. Tres chicas y tres chicos. La profesora cerró la puerta del aula y se dirigió a sus alumnos, presentándose y explicando como funcionarían las clases.

-Cada mesa es un grupo y siempre os sentaréis en la misma mesa.- anunció.- Quiero también que hagáis parejas dentro del grupo y cada semana una pareja se ocupará de sacar el material del armario y devolverlo completo al final de la clase ¿de acuerdo? La mesa que pierda o rompa material tendrá que reponerlo.- los niños asintieron ante la explicación y la profesora dio una palmada.- Pues haced las parejas.

El nerviosismo había vuelto a adueñarse de Ana. Por el rabillo del ojo miró a la niña que había a su derecha. Quizás ella querría ser su pareja. Se mordió el labio un momento, sin saber muy bien como pedírselo, y entonces sintió una mano en su hombro. Rápidamente y algo confundida se giró hacia su izquierda.

-¿Hacemos pareja?

La pequeña miró a Marcos en silencio mientras sus mejillas se tornaban del mismo color que lucían las del niño. ¿Quería hacer pareja con ella? Una sonrisa se dibujó inconscientemente en su rostro y Ana asintió alegremente.

-Vale.
-Bien.- el niño se volvió hacia la profesora y alzó la mano. Cuando la docente le dio la palabra el niño habló animadamente.- Ya hemos hecho las parejas.
-Muy bien ¿quienes sois?
-Yo y Ana.
-¿Cómo te llamas tú?
-Marcos.
-Muy bien, Marcos y Ana. ¿Quién más tiene pareja ya?

Extraño, todo esto era extraño pero agradable. Una vez las parejas estuvieron hechas Marcos y Ana se levantaron junto a los demás encargados la primera semana y llevaron a la mesa los cubiletes con los lápices, los colores y las gomas.
Las horas pasaron rápidas, más de lo esperado, y cuando Ana quiso darse cuenta estaba de nuevo en el patio del recreo esperando a su madre. Y Marcos estaba a su lado.

-Ese es mi padre.

La niña se giró en la dirección en la que su compañero señalaba y vio como un hombre se acercaba hacia ellos. Marcos corrió a sujetar la mano de su padre cuando este llegó a su altura.

-Mira, papá, ella es Ana, es mi amiga y mi pareja, somos los responsables de llevar los materiales a la mesa y de recogerlos.
-Que bien, que compañera más guapa.

Ana sonrió avergonzada, sin saber que decir.

-Bueno, vámonos a casa ¿no?
-Sí.- Marcos asintió a su padre y se volvió hacia la niña que le miraba en silencio.- Hasta mañana.
-Hasta mañana.

El chico y su padre se alejaron hacia la salida bajo la atenta mirada de la pequeña. Sonrió mientras les miraba marchar y apenas se dio cuenta de la llegada de su madre.

-¿Cómo te lo has pasado?- Ana le dio la mochila a su madre y sonrió mientras daba pequeños saltitos por la emoción.- ¿Has hecho amigos?
-Sí, un amigo que se llama Marcos.
-Ah, un niño ¿ya te has echado novio?
-No, solo es mi amigo.
-Bueno.

Su madre le sonrió y ella respondió el gesto con otra sonrisa, sujetando la mano de la mayor mientras caminaban hacia el colegio de su hermana. Miró hacia atrás, hacia la escuela, y suspiró. Apenas habían salido y ya quería volver a sentarse de nuevo en su silla roja. Con Marcos a su lado.
domingo, 29 de julio de 2012 0 comentarios

A escondidas.


No es que le guste demasiado visitar las casas de sus amigos pero a veces clama al cielo por poder hacerlo.
Y es que allí estaban, en pleno diciembre, sentados en una esquina del parking al aire libre que habían acabado hacía poco, muriéndose de frío y peleando con el carbón que acababan de partir para poder fumar la cachimba y que, por alguna razón, no parecía querer encenderse.
Con cierta mala leche, y ya colmada su escasa paciencia, le arrebató a su hermano el mechero y sacó un zippo que encendió con un rápido gesto y puso bajo el carbón, intentando encenderlo bajo la mirada molesta de su gemelo.

-Podrías haberlo sacado antes, joder.
-Creía que érais mayorcitos y no necesitabais la ayuda de nadie.

Javi gruñó un poco por única respuesta mirando el reloj. Hacía horas que los mellizos deberían de haber llegado, había avisado a Miguel con tiempo y no eran personas impuntuales de modo que algo grave había tenido que pasar para que no estuvieran allí.
Salió de su ensimismamiento cuando una nube de humo con un suave olor a granada le dio de pleno en el rostro viendo, cuando esta se disipó, la sonrisa socarrona de su hermano que había conseguido encender la cachimba y le tendía ahora la manguera de esta mirándole con cierta curiosidad.

-¿Que tripa se te ha roto?- el chico respondió a la pregunta alzando las cejas con fingida confusión.- Que ¿qué hostia te pasa?
-Nada.- soltó el humo con lentitud, saboreándolo con la vista puesta en el otro.- ¿Qué me pasa?
-Eso te pregunto.
-Bleh.
-Gilipollas eres.

Esta vez fue Fran quien miró el reloj con el ceño fruncido. ¿Donde se metían los Heredia? Ya estaban todos allí, solo faltaban ellos dos.
Sacó el móvil con una mano mientras le arrebataba con la otra la cachimba a Jasper y dio una gran calada mientras marcaba el número de Julio soltando el humo justo al tiempo que este le cogía la llamada.

-¿Sí?
-Illo, ¿ande te metes?
-Ya vamos pa'llá, ahora te contamos.
-Enga, macho, que sois unas putas tortugas.- gruñó colgando y guardándose el móvil.- Ya vienen k'están emparraos.
-¿Ande están?
-Ni puta .- el moreno se encogió de hombros pasándole la manguera a su hermano.- M'an dicho k'ahora me cuentan.

Javi miró a su hermano alzando una ceja, curioso, pero se abstuvo de preguntar nada más. Estaba claro que no sabía nada y la paciencia de su hermano era muy breve de modo que era mucho mejor dejarlo estar. Ya les explicarían los mellizos el motivo de su tardanza.
Los susodichos no tardaron demasiado en hacer acto de presencia. Apenas unos cinco minutos después de colgar el teléfono Miguel y Julio llegaron al lugar acordado en silencio y con expresión tranquila, como si el hecho de que llegasen casi dos horas tarde no fuera ni extraño ni importante.

-Hola, chicos.- saludo con media sonrisa Miguel acompañado esta de un leve gesto con la mano y girándose luego hacia Jasper, abrazándole con cariño.- Hola, renacuajillo mio.

El suizo sonrió al rubio cálidamente mientras soltaba el humo girando un poco la cara para no exhalarlo demasiado cerca de su amigo.

-Hola.
-¿Y esto de llegar dos horas tarde?

Miguel se giró un poco hacia los gemelos que miraban a los dos hermanos con cierto resentimiento en sus ojos verdes.

-¿Has visto? Como las estrellas.
-Estrellas vas a ver tú como no mespliques ahora mismo porque cojones habéis llegado tan tarde.
-Oye, renacuajo, a mi me hablas bien, barrio-bajero de mierda.
-¿Quieres bronca, Heredia? Porque el que busca bronca la'ncuentra.
-Tranquilos, tranquilos.- intervino Julio con media sonrisa. No quería empezar la tarde con una bronca y si no paraban a su hermano y a Fran, cosa que ni Jasper ni Inma ni Javi parecían estar por la labor de hacer, eso sería sin duda lo que pasaría.- Hemos tenido que ayudar a nuestra abuela con la compra. Ya casi no puede moverse.
-Tsss.- Javi siseó un poco, molesto.- Y ¿os costaba mucho avisar o qué?
-Es más divertido dejaros con to la intriga.- Javi y Fran le lanzaron una mirada de odio a Miguel que solo consiguió hacerle sonreír con burla.- Yo me lo he pasao pipa.
-Yo me lo voy a pasar pipa dándote de hostias.
-K'agresivo.- el rubio soltó en una vez el humo de la calada que acababa de dar y miró alrededor frunciendo el ceño.- ¿Y Mateo?
-Viene después.- explicó Javi pasándole a su prima la manguera. Inma la cogió, dando una calada suave y pasándole el humo a Julio directamente en la boca, aprovechando para darle un buen beso.- Tenía que ir al cumpleaños de su primo o algo así.
-Y ¿a avisao? Que cabrón.- Julio se separó de Inma un poco, mirando a su hermano y sonriendo ante su queja y su falsa indignación. Lo hacía para cabrear aun más a los gemelos. Miguel lo sabía, él lo sabía, los gemelos lo sabían... todos lo sabían pero eso no evitó que los dos morenos mirasen con ojos acuchilladores a su mellizo.- Así nos deja mal a nosotros, macho.

Julio se rió un poco ante las palabras de su hermano y las miradas de odio de sus amigos. Fijó la vista en Javi mientras abrazaba a su chica. Últimamente el moreno se comportaba de forma extraña. Habría jurado que hacía unos meses se habría lanzado encima de Miguel para darle de hostias tal y como había hecho Fran, quien forcejeaba con el susodicho en el suelo entre las risas del rubio y los gritos del moreno. Sin embargo Javi no se había movido del sitio, seguía fumando tranquilo mientras miraba con diversión como los otros dos rodaban por el suelo peleándose.
Era extraño. Extraño y curioso. No es que el chico hubiese dejado de meterse en peleas y discusiones, era simplemente que se mantenía al margen cuando era Miguel el otro implicado, como si no quisiera enfrentarse a él. Volvió la vista hacia su hermano, pensando. No era por miedo, era imposible que Javi tuviera miedo de Miguel, el gemelo era más alto y relativamente más fuerte de modo que, en todo caso, debía ser el rubio quien temiera un mal golpe y no al contrario.

-¡Venga ya! ¡K'estáis amamonaos!

Fran dio un último golpe en las costillas del rubio y se puso en pie mientras este se reía suavemente en el suelo, con las manos en el costado y lágrimas en los ojos, muerto de risa.

-Ajajaja...me has hecho daño, hijo de puta.- gimió aun entre risas.- Joder...jajajajaja... auch, duele.
-Eso te pasa por capullo, la próxima vez menos coñas.
-...No, en serio...jajaja...hostia puta, Fran...dios...

Julio suspiró negando con la cabeza mientras Jasper ayudaba a Miguel a incorporarse.

-Os dije que un día os acabaríais haciendo daño, subnormales.
-Vamos a casa y que tu madre mire si tienes algo.- Javi le pasó la cachimba a su hermano y se acercó a Miguel poniéndole en pie con facilidad y haciendo que se apoyase en él. La madre de los mellizos era enfermera y su padre médico de modo que si Miguel tenía alguna herida ¿quién mejor que ellos para ayudar?- Ahora venimos.
-Nada de sexo sin mi.- apuntó Fran pasándole un brazo por los hombros a Jasper haciendo que se sentase encima suya y exhalando el humo con una sonrisa.

Tras dedicarle media sonrisa a su hermano los dos chicos se alejaron del grupo con algún que otro quejido de Miguel y alguna frase hiriente del otro chico. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos Javi miró por el rabillo del ojo al rubio.

-¿Te has hecho daño en serio o solo era una estrategia de distracción?
-Ambos. - explicó parando y mirando a su amigo.- Me duele pero no hacía falta que me llevases con mis padres.

Javi sonrió cogiendo de la muñeca al rubio y tirando de él suavemente, acercándole, atrapando sus labios en un beso suave mientras ambos cerraban los ojos y la mano del rubio se apoyaba sobre el hombro del moreno. Un beso a escondidas, de esos que no le gustan y que a la vez son sus preferidos, los que hace que se te acelere el corazón por algo más que el contacto con los labios del otro. Esos besos que rezas que nadie vea y que, en el fondo, deseas que alguien descubra.
Porque un beso en público puede ser precioso pero no hay nada más excitante e intimo que un beso furtivo.
sábado, 28 de julio de 2012 0 comentarios

Porque extrañar no tiene brazos...


Hoy me levanté echándote de menos. Curioso esto de echar de menos a alguien que ni siquiera has visto ¿verdad? Pero no deja de ser cierto ni es menos real por el hecho de que no haya habido contacto físico en esta acción; es igual de cierto e igual de real que si me hubiera pasado contigo los últimos diecisiete años y ahora, simplemente, llevase días sin verte. 
Es así y me he levantado con la imperiosa necesidad de decirte que ni siquiera entiendo que haces conmigo cuando está bastante claro(al menos en mi cabeza) que no me lo merezco y que no me lo termino de creer y que por eso me es tan complicado acostumbrarme a esa palabra. Pero no lo he hecho. No te lo he dicho y, por tanto, no he obtenido explicación alguna y sigo dándole vueltas como si del más interesante y complejo misterio de la humanidad se tratase.

Y sé que mañana me levantaré con el mismo pensamiento dando vueltas por mi mente y la misma sensación presionando algún punto dentro de mí. Porque extrañar no tiene brazos pero aprieta con fuerza el corazón.
sábado, 4 de febrero de 2012 0 comentarios

Recuerdos



Camino por las calles de mi ciudad como quien camina por un valle sembrado de muerte y dolor, despacio pues no tengo prisa en volver, o mejor dicho en marcharme. Los transeuntes que me rodean pasan junto a mi como sombras, sombras de mi pasado, mi presente y mi futuro, un huracán de recuerdos marchitos y emociones olvidadas en el fondo de un cajón.

La noche es reciente y hermosa, apenas se ha escondido el sol y la luna brilla con una intensidad y majestuosidad más fuerte que la de una perla marina, tan hermosa, reina del firmamente engalanada de oscuridad y polvo de estrellas.

Camino por las calles de mi ciudad como quien camina por esos recuerdos que desterró cuando dejó de ser un niño que confiaba en la justicia de la vida y en la bondad de la gente. Es duro crecer y abrir los ojos a la realidad, descubrir que los humanos son tan capaces de lo peor que desearías haber nacido en otra especie o, simplemente, deseas no haber nacido.

Los recuerdos se agolpan, los sentimientos renacen, la vida se estremece, mecida por la suave brisa de verano y ya tengo todo lo que necesitaba: un beso, un abrazo, unas lágrimas de un alma llena de dolor y culpa, un consuelo, un adiós.
domingo, 29 de enero de 2012 0 comentarios

Bebe orgullo y atragántate.


"El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada" G.A. Bécquer.

Silencio. No es incómodo pero es algo estúpido. Quiero hablar contigo y no me atrevo pues insistir no es lo mio y creo que ya lo he hecho suficiente. Las palabras se agolpan en mi cabeza. Giran. Gritan. 
Hay papeles en la mesa y las grullas de origami invaden lo que creo recordar eran unos apuntes sobre la XVII dinastía, ¿o era el complejo de Saqqara? No importa, ya nada tiene demasiado sentido en la escena que se muestra ante mi, de la que formo parte. Ya no estudio, solo miro la pantalla mientras tu nombre brilla en ella, silencioso, ¡eh! no te has tomado en serio mi comentario...¿o sí? Me gustaría preguntarte si alguna vez me has tomado en serio cuando te he dicho que te quiero, de veras me gustaría hacerlo pero, por alguna razón, se me va la fuerza por la boca y soy incapaz de tragarme el orgullo y hablarte. O quizás es el miedo lo que no puedo tragar.

-¿Quieres hacerlo?- preguntó ella.
-Sí.- susurré.
-¿Qué te retiene?
-Mi orgullo.
-Entonces ya sabes lo que tienes que hacer.
-Beber orgullo y atragantarme.
-Eso es.
-Quieres que me atragante con mi orgullo....
-No. Orgullo es lo que te falta desde que te diste cuenta de lo que sentías.- sonreí ante sus palabras. Demasiada razón en una sola frase.
-Dios...¿desde hace tanto?
-Sí...-silencio. Una pausa. Media sonrisa.- Aunque, conforme pasa el tiempo, aumenta lo que sientes y disminuye tu orgullo.
-No se si eso es bueno o malo.- mis manos se movían con rapidez dando forma a otra grulla. Mis ojos estaban fijos en la pantalla de mi ordenador.- Carecer de orgullo no es algo de lo que estar orgulloso, realmente.
-Pero tampoco tenerlo muy alto.- apuntó mientras se acomodaba en el sillón sin apartar la vista de su libro de ingles.- Tu unico problema es que estás enamorado. Lo cual no tiene porque ser un problema, todo depende.
-Depende...
-Por ahora sigues teniendo orgullo, simplemente antes lo anteponías a según que cosas. Desde eso no.
-El amor es un problema. El orgullo es un problema y yo quiero pegarme un tiro.
-No lo harás. El amor no es un problema si es correspondido.
-Yo no estoy enamorado.
-Recapacita sobre lo que acabas de decir.
-Intento concienciarme.- cerré los ojos un instante y mil imagenes pasaron por mi mente, mil momento, mil lugares, mil oportunidades.- Si lo estoy ¿por qué no lo hice cuando pude?
-Eres un caballero.- rió.- Uno de esos caballeros que no besan en la primera cita.
-Nunca he sido un caballero.
-Tampoco tan bueno e inocente. Nunca. Con nadie...hasta que llegó él.

Silencio. No vas a hablarme. Yo no quiero presionarte. ¿De que puedo hablar contigo? ¿Tengo algún tema que tratar? Ella vuelve a reirse mirándome por encima del libro fugazmente, yo le miro y medio sonrío, con molestia, con cierta burla. Algo brilla en la pantalla del ordenador. Verde intenso.

-Le gusta mi principal.
-¿Y a ti? ¿Qué te gusta?
-Su colgante.- miento.
-¿Eso le has dicho?
-Y no parece haberle sentado bien.- apunto.- O sí. No estoy seguro de que quiere decir esto...
-Dile la verdad. ¿Qué te gusta?
-Él. Me gusta él.

Silencio. Ella pasa las páginas, yo termino mi grulla. Bebe ogullo y atragántate, pienso. Pasa el tiempo y ella a terminado su libro. Yo he terminado otras grullas y tú has decidido no responder. Desapareces y vuelves. Comentas fotos e ignoras mi comentario.

-¿Y bien?
-Creo que no me cree. O no quiere creerlo.
-Déjalo por hoy, hay cosas que necesitan ser habladas a la cara.
-¿Te he dicho que le quiero?
-Demasiado.
-Lo sé.
-Y yo. Y él.

Se acabó por hoy. Tú desapareces de nuevo, yo cierro el ordenador. Vuelvo a hacer otra grulla mientras libero mis apuntes de debajo de estas. Eran sobre Saqqara. Los recojo y me pierdo en la tierra de los faraones mientras en mi cabeza sigue bailando esa frase una y otra vez: Bebe orgullo y atragántate.
 
;