lunes, 14 de noviembre de 2011 0 comentarios

28. Pintalabios

Es la curiosidad de toda niña y no viene a razón reñirle por ello. Las primeras veces se le torció el gesto y le arrebató rapidamente las pinturas al descubrir a la pequeña en el baño, subida a un taburete para poder mirarse al espejo mientras jugaba con las pinturas de su tia. "Solo tienes tres años, no puedes usar el maquillaje de Sophie" le recriminó con un tono moderado mientras la niña le miraba en silencio, haciendo ademán de llorar al ver como su padre le reñía por lo que ella consideraba un simple juego. Jugar a maquillarse como lo hace cada mañana su tía.
Pero ninguna regañina pudo evitar que, con el tiempo, la escena volviera a repetirse. Lejos de reñirle, esta vez se acercó hasta ella, apoyando la mano en su hombro. Selene se giró mirando a su padre con el pintalabios en la mano, lista para intentar delinear con él sus pequeños labios en un color rosa pálido. Le miró con temor de recibir de nuevo una reprimenda pero entonces él cogió el carmín, sonriendole suavemente y ayudandole a maquillarse. "Son juegos de niñas, no seas tan duro con ella". Daunor tenía razón, solo eran juegos de niñas y era injusto reñirle por llevarlos a cabo.
Ella sonrió al verse maquillada y salió corriendo del baño hacia el salón, plantandose delante de Daunor que sonrió al verla. "Me ha ayudado papá" explicó la pequeña con una gran sonrisa ante los halagos recibidos por el profesor mientras señalaba hacia la puerta de la estancia, donde Alex se había apoyado y miraba a la pequeña en silencio, con media sonrísa en el rostro y el pintalabios en la mano.


sábado, 12 de noviembre de 2011 0 comentarios

27. Viaje.

Nunca había vivido una despedida como para decidir si las odiaba o no. No ha tenido que despedirse de nadie cuya ausencia le iba a taladrar el alma día a día durante lo que sería un interminable mes en tierras germanas, el retorno a su patria, ese que tanto quiso y que ahora se plantea mientras hace cola para facturar las maletas. Aun puede dar marcha atrás, devolver la beca y volver a casa.
Inconscientemente aprieta su mano. Su mente está confundida por un corazón que clama un "Huye" y una profesionalidad que pide a gritos que siga adelante. Él le sonríe con dulzura, leyendo en sus ojos el dilema que se forma poco a poco en su interior. Y se inclina dándole un beso en la comisura del labio, con cariño, mientras susurra en su oído: "No te preocupes, te estaré esperando cuando vuelvas". Él se gira y le abraza, aguantando las ganas de llorar, conteniendo las lágrimas que se asoman a sus ojos. Definitivamente odia las despedidas.
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26. Cuchicheo

No le extrañaba en absoluto, es más, lo veía algo normal, algo que tenía que pasar tarde o temprano. Y realmente había tardado en ocurrir. Había pasado poco más de un año en el cual habían conseguido acallar la mayor parte de los rumores que se creaban poco a poco, avivados por una voz que no dudada conocer. Solo en ese momento, cuando un anillo de casado brillaba en el dedo anular de ambos y el teléfono móvil de Daunor había sonado en plena clase para informarle, por parte de la profesora de su hija, que la pequeña Selene tenía fiebre por tercera vez en ese mes, solo en ese momento en el que el profesor miró de soslayo hacia la grada en el mismo momento en el que Alexandder entendía el gesto de este y recogía sus cosas, saliendo del aula mientras el profesor le dedicaba una sonrisa de agradecimiento y continuaba la clase, solo entonces el aula se llenó de cuchicheos sobre la relación exacta de alumno y profesor. Pero eso era algo que no le importaba.
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25. Distancia

Llueve, pero a nadie le extraña. No, nadie mira por la ventana bufando suavemente al ver el cristal empañado y las calles empapadas. Nadie se gira hacia el armario donde no hay demasiada ropa para sobrevivir a un día como el que se le presenta. Él si. Se ha acostumbrado a un clima muy distinto, seco en su mayoría y con lluvias que rara vez son fuertes y prolongadas. Y, como consecuencia, a olvidado que proviene de una ciudad cuyo invierno es extraño si no llueve en abundancia. Quizás más de lo que algunos quisieran, quizás menos.
Se viste con cuidado, eligiendo prendas que le sirvan para guardarse del frío que le acechará todo un mes tras la puerta de esa casa. Y busca en los cajones de una habitación que no le pertenece, encontrando en una cómoda una bufanda de hilo, fina, gris, de clara pertenencia que se pone en el cuello sin pensar demasiado. Quizás no le guarde del frío pero al menos le sentirá cerca ahora que le tiene lejos.  Y no hay calor más reconfortante.
 
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